Anna
Anna dormía siempre desnuda, aunque en invierno su piel blanca enrojeciera de frió.
Su cabellera roja era como un volcán en furia que contrastaban con sus pequeños ojos verdes.
Tenía unos pies diminutos de niña que se niega a crecer
Y sus manos ¡dios eran suaves y hermosas un pecado no besarlas ¡
Su imagen era tan frágil cuando dormía, que le viento, el sol el mar, se negaban a rozarla por miedo a dañarla.
Yo la miraba desde mi sillón raído por el paso délos años como yo,
Y la acariciaba con mi mente, su pelo su boca entreabierta y ella sonreía solo sonría.
Así pasaba las horas hasta que Morfeo mi cruel enemigo me ganaba la partida.
Anabel
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